Crítica: Guerra civil de Alex Garland
- Mauricio Guerrero Martínez
- 2 mar
- 4 Min. de lectura

Los Estados (Des) Unidos
El 12 de abril de 1861 inició la Guerra de Secesión de Estados Unidos por la libertad de las y los esclavos afrodescendientes, los estados confederados —el sur— se enfrentaron a la «Unión» —el norte— liderada por Abraham Lincoln. Deliberadamente, el cineasta, guionista y novelista británico Alex Garland escogió el 12 de abril para el estreno de Guerra Civil (2024) —en México el próximo 18 con preestreno en IMAX a partir del 11—, su más reciente película donde retrata una odisea bélica que advierte sobre el ¿inminente? colapso de la sociedad norteamericana.
Garland, experto en estudiar el derrumbe de la sociedad y las consecuencias de decisiones supuestamente progresistas para la misma, ha compuesto una serie de tópicos que podemos rastrear en mucha de su obra. Entre el uso de la inteligencia artificial de Ex-Machina (2014), el control militar alienígena de la zona X en Aniquilación (2018), la existencia de una isla paradisiaca con un gran secreto en La Playa (2000), o incluso el futuro cyberpunk de Dredd (2012), la filmografía de Garland ha profundizado en aspectos políticos y psicológicos de la sociedad occidental para los que Guerra Civil significa una particular y ambigua conclusión, más si consideramos que la presenta como su retiro de la dirección.

En la película nos acercamos a un mundo distópico donde la sociedad estadounidense ha caído sobre su propio territorio y como resultado existen dos frentes: las Fuerzas del Oeste —una coalición entre California y Texas con el apoyo de Florida— y los Estados Leales al ejército del Presidente (Nick Offerman). Aunque las causas y posturas de esta guerra nunca nos son reveladas del todo, Garland nos deja atisbos a través del viaje de un grupo de periodistas dispuestos a embarcarse en una misión suicida que podría darles la historia ganadora: la última entrevista con el jefe de Estado antes de su derrota. Este grupo se compone de dos periodistas, Joel (Wagner Moura), de la agencia Reuters y Sammy (Stephen McKinley), de «lo que queda» del New York Times; una fotoperiodista experimentada llamada Lee (Kirsten Dunst) y Jessie (Cailee Spaeny), una novel fotógrafa que espera seguir los pasos de Lee.
Al ser la película más costosa del estudio «independiente» A24, Guerra Civil es un despliegue técnico de gran formato, filmada completamente en cámaras IMAX y con un diseño sonoro que poco le pide a la recién ganadora del premio Óscar en ese rubro: Zona de interés (2023). No obstante, esta gran obra del entretenimiento, que bien puede uno obtener de un videojuego como Call Of Duty, esconde algunas preguntas que Garland contesta con ambigüedad.
La visión de Garland ofrece un juicio presuntamente imparcial y objetivo, así como sus personajes que, periodistas al fin, buscan ser bastiones de la verdad, sin preconcepciones ni apuntalamientos a una moral u a otra. La ambigüedad con la que Garland omite —porque no parece haberlas olvidado— las consignas políticas de ambos bandos son vistas a través de los ojos de Lee, quien ha perdido toda sensibilidad a la violencia y aún así reafirma su compromiso indeleble con su profesión. De este modo no solo lleva el fotoperiodismo como bandera moral o como un elemento constitutivo de sus personajes, Garland aprovecha el trabajo de Rob Hardy, su cinefotógrafo de cabecera, para mostrarnos cómo el lenguaje fotográfico y cinematográfico convergen en una road movie apocalíptica muy violenta que nos lleva de la mano hacia los momentos de horror capturados por la lente, como el de aquellas fotografías que podemos observar en las exposiciones del World Press Photo.

«Pareciera que para Alex Garland la contradicción, el conflicto y la guerra permanecen inertes en la sociedad norteamericana y de nada sirve querer esclarecer sus posturas o defender sus bandos, la historia seguirá repitiéndose hasta su colapso».
Sin embargo, si Lee es la visión de Garland, su discurso y quizá su verdadero cuestionamiento yace en el personaje interpretado por Jesse Plemons, un soldado leal al estado norteamericano que lanza la pregunta más precisa y tajante de la cinta una vez que se encuentra con los protagonistas en una escena de absoluto terror: «¿Qué clase de americanos son ustedes?». Tras ese momento que rompe del todo con el ritmo planteado anteriormente, Garland ya no apura mucho a ofrecer una respuesta, la cinta termina sin más, como una advertencia que la misma Lee menciona: «Pensaba que tomaba estas fotos para que llegaran a casa, una advertencia de que no fuéramos como ellos. Sin embargo, aquí estamos».
Con el estreno de Guerra Civil un par de meses después del ataque al capitolio el pasado 6 de enero y con las elecciones presidenciales en puerta, Garland lanza un cuestionamiento a un Estados Unidos cada vez más dividido, aunque para el cineasta la pregunta poco importa si se considera la historia polarizada del país —desde la Guerra de Independencia, la Guerra Civil, la Guerra de Vietnam, la segregación racial, hasta el 9/11 y la posterior Guerra de Afganistán, las recientes protestas del Black Lives Matter y ahora el conflicto entre Israel y Palestina—, pareciera que para Alex Garland la contradicción, el conflicto y la guerra permanecen inertes en la sociedad norteamericana y de nada sirve querer esclarecer sus posturas o defender sus bandos, la historia seguirá repitiéndose hasta su colapso.
Quizá inintencionadamente el director de Guerra Civil nos pregunta nuestra propia postura como espectadores a su puesta en escena, nos hace cuestionarnos que lugar defenderíamos en una verdadera guerra e invita a no tomar lados imparciales y presuntamente objetivos, a dejar de un lado la tibieza y tomar postura de los males que ocurren en el mundo, pero, sobre todo, a recordar lo más importante, al igual que Lee lo recibe como una epifanía la final de la cinta: defender la vida del indefenso.
Alto al fuego ya.
Publicado originalmente en Fotogenia en abril de 2024.
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