top of page

Crítica: The Girl and the Spider de Ramon y Silvan Zürcher



74 Festival de Cine de Locarno crítica de «The Girl and the Spider» | Ramon y Silvan Zürcher crean un mundo que se compone de triángulos amorosos y discusiones jamás dichas.

De rostros y miradas.

Una mudanza, una ruptura, una vida que se empaca en cajas y se deja atrás, al igual que los sentimientos de Mara. Esa es la premisa simple, pero suficientemente caótica con la que los gemelos suizos Ramon y Silvan Zürcher nos presentan el conflicto en su más reciente película, The Girl and the Spider (Das Mädchen und die Spinne, 2021).

Luego de que Lisa, su roomie y amiga de antaño decide vivir sola, Mara siente un vacío que no sabe cómo expresar. Se enoja, se entristece, actúa irracionalmente y recuerda con nostalgia no solo su relación, cada vez más rota, con su mejor amiga, sino una vida que se siente lejana. A través de una apuesta visual enclaustrada, pero no por ello aburrida o perezosa, los cineastas nos muestran un universo desconocido, que se compone de retratos cinematográficos, pero también narrativos.


A Lisa le ayudan un par de amistades, su madre, un sujeto al que contrató (y que aprovecha la situación para coquetear), su vecina de edad avanzada y su casera. La cinta se construye fundamentalmente de tres cosas: planos medios, tan solo dos espacios y diálogos intensos que nos van contando no una historia, pero sí un cúmulo de sentimientos. Los Zürcher construyen una arquitectura cambiante, viva, a través de los dos departamentos que filman —y que nunca conocemos completamente—, pero también en las conexiones emocionales de los personajes: los triángulos amorosos, las discusiones jamás dichas, los abandonos y, sobre todo, las miradas, quizá el arma más poderosa de su narrativa. Durante sus episodios locuaces y nostálgicos, Mara menciona a una araña que la visitaba todas las noches cuando niña, encerrada en su propio miedo a la soledad, mientras que, en el presente, una pequeña araña patona habita el espacio que está siendo remodelado para comodidad de Lisa, quien parece muy tranquila con el cambio, pero igualmente fastidiada por la actitud de su amiga.


«Los Zürcher construyen una arquitectura cambiante, viva, a través de los dos departamentos que filman, pero también en las conexiones emocionales de los personajes».

La arácnida deambula por las paredes, mientras una rompedora se clava en el asfalto y lo resquebraja; las habitaciones se muestran vacías, los personajes discuten y en el fuera de cuadro todo es caos y ruido. Las cosas se caen, se rompen o se pierden, como un pequeño gato que visita a la vecina más solitaria del mundo y resulta en una extraña premonición de alguna de las dos jóvenes o una representación de sus sentimientos encarnados.

Por su parte, las historias que cuenta Mara a sus amigos, exparejas y desconocidos, terminan con glitches de computadora o desvanecimientos espontáneos, como si las cosas que amara simplemente se esfumaran, como si la partida de su amiga le causara un vacío indescriptible que no se siente de otro modo que como un acto de magia, una desaparición que eventualmente le sucede a ella misma.

A través de esta muy desarrollada apuesta visual, Ramon y Silvan nos sumergen en un universo de sentido que hace todo menos eso, pues, contradictoriamente, el vacío del corazón roto de Mara es habitado por el espectador, que solo tiene los muy cerrados cuadros para imaginar un mundo insinuado.

The Girl and the Spider formó parte de la sección Panorama Suizo de la edición 74 del Festival de Cine de Locarno y este texto fue publicado en Fotogenia.

23 visualizaciones0 comentarios
bottom of page